CULTURA VIVA
¨La Selva¨
Por Lincoln López
Uno de los cuentos muy breves e impresionantes escritos
por un dominicano es, a mi modesto criterio: ¨La Selva¨ de la autoría Pedro
Peix.
Por definición el cuento es una narración breve y que
trata un solo tema o asunto. Pues bien, La Selva cumple con esos dos aspectos;
pero, es más breve porque está
estructurado magistralmente en un párrafo que contiene solo 152 palabras.
En esos vocablos encontramos los elementos de todo cuento
como son el tema o idea principal, así como la ambientación o escenario, los
personajes imaginarios y un final impactante. Por un lado la naturaleza
representada por la selva y el ser humano simbolizado por su obra cultural
directa: la gran urbe, ¨devorándose¨ a sí mismo. La selva demostrando ¨mayor
racionalidad¨ que los humanos para proteger el único lugar donde podemos
existir.
Sobre este cuento
La Selva, el escritor y dramaturgo Iván García Guerra escribió:
¨Definitivamente son mejores las vacas, los perros y las aves que los
habitantes del jurásico¨.
Antes de finalizar, presento
algunos datos biográficos sobre Pedro Peix. Cuentista, novelista, poeta y
periodista. Nació en Santo Domingo en 1952 y murió en la misma ciudad en el
2015. En dos ocasiones alcanzó el Premio Nacional de Cuentos en 1977 y 1987, con
Las locas de la plaza de los almendros y El fantasma de la calle El Conde,
respectivamente. Cuatro veces ganador del primer premio del Concurso de Cuentos
de Casa de Teatro (1984, 1988, 1992, 1994). Fue galardonado con el Premio
Caonabo de Oro por la Asociación de Periodistas y Escritores Dominicanos. Su
obra en el género del cuento es considerada la más trascendental. Obras
publicadas: El placer está en el último piso (1974). La noche de los buzones
blancos (1980). La narrativa yugulada, Los despojos del cóndor…
El cuento titulado:
“La
Selva” de Pedro Peix, dice:
“La selva avanzó hacia la
ciudad. Tanto la habían arrinconado, que tardó mucho tiempo en llegar a los
lindes de la urbe. Cuando al fin la selva se aproximó, trayendo consigo las
fieras y las víboras, los grandes pantanos, la inclemencia de sus estaciones,
los hondos venenos, toda su inhóspita y agresiva espesura, se detuvo por un
momento para planificar su embestida: observó los altos edificios iluminados,
la multitud yendo y viniendo por las calles, las señales de alarma y de peligro, los carteles de
placer y de comercio, y luego observó los cazadores uniformados de azul o de
verde, de negro o de gris, siempre con armas cortas o largas, y más tarde, ya
casi amaneciendo, vio algunos cadáveres tendidos en los callejones, y otros que
empezaban a despertarse, a bajar las escaleras atropelladamente, a devorarse
entre ellos mismos. Antes del mediodía, la selva decidió volver a sus raíces,
completamente aterrorizada”.
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